domingo, 2 de enero de 2022

"Dos visiones de Madrid" de Benito Pérez Galdós

 


Los diferentes escritos que aparecen en Dos visiones de Madrid no ocupan un lugar preferente en la obra de Benito Pérez Galdós, pero resultan necesarios para conocer de primera mano los años de formación del novelista y la estrecha relación que mantuvo con la ciudad de Madrid. A los dos años y medio de llegar a la capital, procedente de Las Palmas de Gran Canaria, el que sería uno de los principales novelistas de la literatura española empezó a trabajar como redactor en los periódicos La Nación y El Debate, así como en la Revista del Movimiento Intelectual de Europa. La colaboración del joven Galdós en las páginas de La Nación comenzó el 3 de febrero de 1885, cuando sólo contaba con veintiún años, y finalizó el 13 de octubre de 1868. La larga y variada serie de artículos y “revistas” que publicó en ella, ciento treinta en suma, ha sido recopilada, parcial o totalmente, en varias ocasiones. Alberto Ghiraldo recogió una parte en el volumen titulado Crónica de Madrid (1865-1866). José Pérez Vidal editó otra muestra en el volumen titulado Madrid. Finalmente, el hispanista William H. Shoemaker recogió y ordenó todos ellos bajo el título de Los artículos de Galdós en «La Nación».

Dos visiones de Madrid se publicó por vez primera en la colección Clásicos y Maestros de la editorial Afrodisio Aguado bajo el escueto título de Madrid, e iba precedido de un ensayo a manera de prólogo firmado por el escritor, etnólogo y folklorista canario José Pérez Vidal. Descatalogado desde hace varias décadas, hemos considerado oportuno su rescate, habida cuenta de que sus páginas pueden contribuir al conocimiento de los primeros años de Galdós, esos en los que se forja un destino propio. En la presente edición, reemplazamos el estricto título original, Madrid, por el más sugerente de Dos visiones de Madrid, que pone de manifiesto el contraste entre la visión del joven y la del viejo. Galdós. Conservamos, eso sí, el excelente prólogo del galdosiano José Pérez Vidal titulado “Madrileñización de Galdós”, quien dio buena muestra de su conocimiento y aprecio por la obra de su paisano en libros como Galdós en Canarias (1950), Canarias en Galdós (1979) o Galdós. Años de aprendizaje en Madrid 1862-1868 (1987).

La primera parte del libro, la más extensa y sustanciosa, constituye en realidad el cuerpo de la obra, e incluye dieciocho artículos o revistas aparecidos en el periódico madrileño La Nación entre los años 1865 y 1866, durante los cuales incrementa sensiblemente sus colaboraciones en el periódico, llegando a publicar setenta y siete artículos en total. Pérez Vidal, que acababa de recopilar los artículos relacionados con la música, formados por las “revistas musicales”, en el volumen Galdós, crítico musical (1956), recoge ahora otro grupo importante. Él mismo afirma en el prólogo que podrán leer a continuación:

 

De su extensa obra de revistero en La Nación quedaban todavía pendientes de recoger en volumen numerosos artículos relativos casi en su totalidad a aspectos característicos de la vida madrileña.

 

Estos artículos, superiores en mucho a los recogidos en Crónica de Madrid y en Galdós, crítico musical, según afirma el propio compilador, ofrecen una visión de  las costumbres, fiestas y actividades sociales de la corte madrileña, así como los primeros pasos del aspirante a novelista en la capital, que llegó a asistir en calidad de periodista al sonado pronunciamiento de los sargentos del cuartel de San Gil.

Durante los tres cursos que había pasado en la Universidad de Madrid, el jovencísimo Galdós había adquirido un conocimiento directo de las gentes, los lugares y los escritores madrileños, más que suficiente para abordar el oficio de cronista con éxito. Él mismo escribe en Memorias de un desmemoriado:

 

Escapándome de las cátedras, ganduleaba por las calles, plazas y callejuelas, gozando en observar la vida bulliciosa de esta ingente y abigarrada capital. Mi vocación literaria se iniciaba con el prurito dramático, y si mis días se me iban en “flanear” por las calles, invertía parte de las noches en emborronar dramas y comedias.

 

Esta experiencia juvenil de la urbe le permitió tratar una enorme variedad de asuntos, que supo plasmar con los tonos más certeros y eficaces en cada momento. Así pudo abordar el rico repertorio de la ópera, principalmente la italiana, y asuntos relacionados con la pintura y la arquitectura. Pero sus preferencias fueron los artículos de costumbres, cuya práctica había aprendido de Ramón de la Cruz, Ramón de Mesoneros Romano y Mariano José de Larra; artículos en los que pudo satirizar, con humor no exento de ironía, ciertas costumbres populares (como las fiestas de San Isidro, la ingesta de bellotas por San Eugenio, las violentas y sanguinarias corridas de toros), sin olvidar las conductas poco edificantes relacionadas con las festividades de Semana Santa o de Cuaresma.

Como contrapunto a este primer bloque de artículos publicados originalmente en el diario La Nación, y en un segundo apartado del libro titulado “El mismo Madrid de la juventud recordado cincuenta años después (1915)”, aparece el texto escrito para una conferencia destinada a leerse en la Sección de Literatura del nuevo Ateneo, el de la calle del Prado, consagrada a la descripción de ciudades españolas. Esta conferencia, con la que se inauguraba el ciclo, fue leída por Serafín Álvarez Quintero el día 28 de marzo de 1915.

En estas páginas, un Galdós entrado en años y elogiado en el ámbito de las letras hispánicas, rememora, desde los umbrales de la vejez, el Madrid de su época de estudiante y algunos de los escenarios donde se hizo periodista, en un ejercicio de memoria vivo y lleno de matices. Pérez Vidal, que recordó este episodio en varios de sus trabajos sobre el novelista, escribe: “El lector disfrutará así de las diferentes apreciaciones que del mismo espectáculo hacen el joven y el anciano”. Es comprensible, pues, que hayamos optado por sustituir el título original por el más expresivo de Dos visiones de Madrid, sin traicionar en modo alguno el espíritu de la obra.

El tercer apartado del libro incluye el relato “Una industria que vive de la muerte (Episodio musical del cólera)”, cuyo principal interés radica en ser el primer intento ficcional en el que Galdós retrató la ciudad de Madrid, allá por el año 1865, y que el autor dio por entregas al diario La Nación. Se trata de un relato a medio camino entre el hecho y la ficción, que Galdós publicó en dos partes (2 y 6 de diciembre de 1965); pero su firma sólo aparece al final de la segunda, como sucedería más adelante con el artículo “La rosa y la camelia” (10 y 13 de marzo de 1866). Según algunos estudiosos del tema, el relato debió tener su origen en alguno de los hechos reales que Galdós conoció mientras desempeñaba su función como periodista. José Pérez Vidal lo califica de esta manera:

La obrita es bastante significativa y manifiesta claramente el momento en que se encontraba la literatura y el autor. Su asunto, y el ambiente mismo en que fue escrita, la instalan en pleno mundo romántico, pero el autor ya contempla este mundo desde fuera.

            De trama fantástica y ambientación musical, el relato no oculta la impronta del escritor y compositor alemán E.T.A. Hoffmann, quien había participado activamente en el movimiento romántico y cuyos cuentos fantásticos Galdós había leído hacía poco, si bien sus recursos literarios muestran ya una clara orientación realista.

El último apartado del libro, Al comenzar la producción novelística 1870), reproduce un pequeño ensayo de 1870, “Observaciones sobre la novela contemporánea en España”, en el que Pérez Galdós esboza de manera sumaria pero con excelente ojo crítico, el estado de la narrativa española de su tiempo. Coincidimos con Pérez Vidal cuando lo considera “no sólo un manifiesto de su credo realista, sino todo un prólogo a la historia de la novela contemporánea española”. Llama la atención en estas páginas las consideraciones que el autor vierte acerca del poeta salmantino Ventura Ruiz Aguilera y de sus Proverbios, cuyo espíritu influiría de forma diversa en el Galdós de las dos primeras series de Episodios nacionales, y de La familia de León Roch, y en el primer ciclo isabelino de El doctor Centeno, Tormento y La de Bringas. El joven Galdós lo afirma en frases como estas:

 

Es una colección de pequeñas novelas, muy apreciables y bellas particularmente, además del mérito y la importancia que tienen en su conjunto como pintura general de nuestra sociedad.

Es posible que Galdós viera en el escritor salmantino a un coetáneo con principios literarios comunes. Lo que sí sabemos es que Ruiz Aguilera acompañó al autor canario en sus primeros compases de vida madrileña, al tiempo que ambos forjaban una entrañable amistad entre tertulias de cafés, charlas en diversas redacciones de periódicos o encuentros literarios en instituciones como el Ateneo de Madrid.

En definitiva, y para finalizar, recordemos los rasgos principales que José Pérez Vidal señala en los artículos que Galdós publicó en La Nación: excelentes evocaciones de Madrid, empleo de un tono levemente humorístico, diversidad de temas abordados y evidente progreso entre los primeros y los últimos artículos de su juventud. A los que cabe añadir los que, además de los anteriores, destaca el estudioso Hyman Chonon Berkowitz, biógrafo del novelista: influencia de los articulistas de costumbre, preocupación por el pueblo y la necesidad de una regeneración interna de la sociedad, imitación de la prosa cervantina, dramatización de las narraciones y descripciones. Pocos años antes de su muerte, María Zambrano, que tan bien conocía la obra de nuestro autor, se preguntaba: “¿Será acaso Galdós el poeta de Madrid? Ese poeta que toda ciudad necesita para existir, para vivir y para verse también” Ahora han de ser los lectores de Dos visiones de Madrid quienes respondan a esa pregunta.

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