Una de las tareas más reconfortantes del rastreador
literario es encontrarse, de vez en cuando, con obras desconocidas de autores
que ya creíamos más que estudiados. Es el caso de esta compilación de escritos
del novelista canario Benito Pérez Galdós a la que hemos decidido titular Libro de viajes. Siguiendo la moda
comenzada por varios literatos ingleses durante el siglo XVIII, el autor de Fortunata y Jacinta o Episodios Nacionales nos presenta en
estas páginas una serie de retratos costumbristas sobre la realidad de diversas
ciudades españolas y europeas con su habitual y extraordinaria capacidad
analítica. Sin embargo, estos textos no contaron con el beneplácito de los
críticos de la época, que los consideraron, injustamente, como hitos menores
dentro de la carrera literaria de Galdós. Por este motivo, con la publicación
de este volumen se pretende recuperar, dar valor y reunir, por primera vez,
estos artículos sobre viajes, que se encontraban perdidos entre la miscelánea
de la obra de Galdós, para así formar un complemento perfecto a sus novelas.
Recordemos,
antes de presentar algunas de las claves de este Libro de viajes galdosiano, que el autor canario fue dueño de un
estilo literario muy reconocible que le convirtió en un referente para una
legión de fieles seguidores. Dos de las características más importantes de sus
obras fueron la memoria privilegiada de sus narradores y la minuciosidad con la
que construía sus descripciones. Estas dos ideas también van a jugar un papel
muy importante en este libro. Ahora será el propio autor, en primera persona,
el que nos va a contar sus opiniones y valoraciones sobre la historia, la
sociedad, los paisajes y las personas que va conociendo en sus diversas visitas
a lo largo y ancho de España, Inglaterra, Portugal e Italia.
De la misma
forma, hay que destacar que ese estilo narrativo del que Galdós hacía gala le
llevó a utilizar, muy de acuerdo con los preceptos de la literatura realista
del siglo XIX, tanto el lenguaje más academicista como el más callejero,
combinando ambos con rasgos humorísticos y cultos. Como consecuencia a todo
esto, la resonancia de las obras de Galdós fue tan importante que se le llegó a
considerar un maestro de la literatura oral. Esta fortaleza narrativa va a
verse muy reflejada también en este Libro
de viajes, cuyos textos están dibujados con una gran sabiduría y una
riqueza de vocabulario envidiable. No
obstante, la popularidad de Galdós entre los lectores de su época no fue bien
considerada por sus colegas literarios, que le encasillaron como un mero
escritor provinciano.
Esta clase
de prejuicios se van a revertir con una simple ojeada a la prosa de Galdós en
este Libro de viajes. Gracias al
poder didáctico de estos textos, conoceremos de primera mano la realidad
social, política y cultural del siglo XIX, fuera del contexto ficcional en el
que el autor canario se solía mover a la perfección. Galdós consigue sus objetivos
mediante una serie de pinceladas de realidad llenas de hondura psicológica y
ajenas a toda impostura. Asimismo, merece la pena destacar que, según vamos
avanzando por entre las páginas de esta obra, nos daremos cuenta de que otra de
las principales características de estos artículos es el cumplimiento de la
máxima de la producción novelística galdosiana,
conocida por alejar a la literatura española del Romanticismo imperante a
principios del siglo XIX.
Teniendo en
cuenta toda esta información, pasemos a analizar los dos bloques de textos presentes
en este libro. Eso sí, antes de hablar sobre el primero, habría que señalar que
el orden en el que se ha situado cada uno de ellos en esta edición no responde
a un simple interés temporal, sino a cuestiones de organización de contenido. Este
volumen comienza con los artículos acerca de Madrid y Barcelona que nos van a
mostrar la situación de las dos grandes ciudades de España en aquella época. Más
tarde se presentarán los textos sobre Cantabria y el País Vasco, que nos
enseñan la situación de la España industrial y agrícola del siglo XIX.
Finalmente, se terminará este apartado con el recuerdo de la parte más rural de
nuestro país con Ciudades viejas: El Toboso, en el que Galdós defiende la
importancia de la novela más universal de nuestras letras, Don Quijote de la Mancha. En todos ellos Galdós pone a los lectores
delante de un espejo para que comprueben las fortalezas y las debilidades de
nuestro país y sus habitantes. Para el autor canario daba igual el lugar donde
se encontrara o si hablaba con alguien de alta alcurnia o no. Como él mismo
afirmaba en uno de sus escritos menos conocidos:
"El mayor gusto mío es viajar por
España y ser huésped de sus ciudades gloriosas revolviéndolas de punta a punta,
y persiguiendo en ellas la intensa poesía histórica; recorrer después las
villas y aldeas, los lugares desolados que fueron campo de sucesos memorables,
ya verídicos, ya mentirosos; habitar entre la gente humilde, que hoy es
reliquia preciosa de los pobladores de aquellas tierras y caseríos; ver de
cerca los hombres y las piedras, y hablar con unos y otras, buscando en las
fuentes que antes manaron la vida hispánica, los elementos de una nueva y
esplendorosa corriente vital."
Nada
más comenzar a leer nos encontramos con el bloque de artículos dedicado a
Madrid, la ciudad y la región a las que el propio Galdós dedicó muchas de sus
novelas. El primero de ellos, titulado también Madrid, constituye un ejemplo perfecto de reportaje sobre la gastronomía
y la agricultura de toda la comunidad. Lo que, en un principio, podría parecer
un conjunto de simples datos objetivos sin más, se convierte en una serie de
hallazgos sobre una realidad muy desconocida para el lector del siglo XXI. El
segundo de los textos, titulado Vida de
sociedad, es, como su propio nombre indica, un análisis sobre los
habitantes de la capital de España durante el siglo XIX. Galdós hace especial
hincapié en las actitudes de las personas de clase alta, que van apareciendo
por diferentes lugares de Madrid, como teatros y barrios muy reconocibles por
todos nosotros. El tercer texto, titulado Panoramas
madrileños, se centra en las condiciones climáticas y paisajes de Madrid,
haciendo un recorrido que se mueve entre el reportaje periodístico y la
descripción literaria. Finalmente, nos encontraremos con Guía espiritual de España: Madrid,
que fue la base de un discurso encargado a Galdós por parte de los directivos
del Ateneo de Madrid, y que fue pronunciado por el escritor Serafín Álvarez
Quintero en 1915.
Siguiendo por entre las páginas de
este libro, daremos con el único texto que habla sobre Barcelona. En él Galdós
sorprende por lo avanzado de sus ideas y por el reconocimiento y el homenaje
que realiza tanto a la Ciudad Condal como a los propios catalanes, valorando sobremanera
su capacidad de trabajo y la producción industrial de esta región. Partiendo de
los fastos de la Exposición Universal de Barcelona de 1888, Galdós nos presenta
algo más que una simple ruta turística, sino más bien un retrato acertado de
uno de los motores económicos de nuestro país, obviando los temas políticos y
ensalzando a la burguesía catalana, cuya riqueza provenía de los réditos
obtenidos por el comercio. Además, Galdós también nos acompaña en un recorrido
por algunos de los monumentos más famosos de Barcelona, contándonos algunas
curiosidades históricas no muy conocidas por el gran público.
Si
nos detenemos en los textos sobre Cantabria o el País Vasco, podremos ver
muchos aspectos coincidentes entre ellos. Los de Cantabria fueron los primeros
que se publicaron, cuando Galdós acababa de cumplir treinta y seis años. El
autor canario no pretendía proporcionar en ellos ni datos de carácter erudito
ni detalladas descripciones. Su objetivo era hacernos partícipes de las principales
sensaciones que sintió ante los paisajes de villas como Santander, Potes o San
Vicente de la Barquera, en un viaje que realizó en compañía de un escritor al
que respetaba como José María de Pereda. Asimismo, de estos textos hay que
destacar el gran valor que le da el autor canario a la España agrícola y a la
comparación del carácter de las personas del norte con las del resto del país.
Por su parte, los textos sobre el País Vasco también tienen en cuenta esa
mención sobre la España agrícola, pero se centran en la fuerza industrial de la
ciudad de Bilbao, que abastecía a todo el país mediante un modelo productivo
diferente. Este texto y el dedicado a San Sebastián son de un cariz algo más
político que el resto. No obstante, no estamos ante simples alegatos, sino ante
narraciones reflexivas, reposadas y llenas de interés sociológico, diseñadas
gracias a la habilidad narrativa de Galdós.
Para terminar con este primer bloque
de artículos, analicemos Ciudades viejas:
El Toboso, que parece el inicio de lo que pudiera haber sido una serie
mayor sobre la España rural. En esta ocasión, Galdós rinde homenaje a muchos
pequeños pueblos castellanos, tratando también de recordar los paisajes de una
de sus lecturas predilectas como fue Don
Quijote de la Mancha. Llega a tal punto su admiración por la obra de
Cervantes que algunos de los personajes más reconocidos de ella aparecen en
este texto. Hablamos del propio Don Quijote, de Sancho Panza, y de Aldonza
Lorenzo. De esta forma, Galdós realiza en esta parte una extrapolación entre su
interpretación de la novela y la propia sociedad castellana de la época,
encontrando muchas similitudes entre ambas.
Pasando a
la segunda parte de este libro, hallaremos los textos relacionados con tres de
los viajes a Europa que Galdós realizó en vida. Se trata de La casa de Shakespeare, De vuelta de Italia y Excursión a Portugal. Cada uno de ellos
aporta, por separado, claves muy importantes para conocer mejor la figura del
autor canario. En rasgos generales, este segundo bloque es muy similar al
anterior en cuanto a la composición de los textos y el estilo literario. De
cualquier forma, cuando nos adentremos en su lectura, vamos a darnos cuenta de
lo injustificada que fue la etiqueta de "escritor provinciano" que
muchos le quisieron cargar a Galdós.
Analizando,
un poco más concretamente, los artículos de estos viajes por Europa, nos
daremos cuenta de que hay una ausencia muy notable en ellos. Galdós evita
hablar sobre Francia, Bélgica o Alemania, potencias durante el siglo XIX, tal y
como hizo, por ejemplo, otra grande de las letras españolas, Emilia Pardo
Bazán. No obstante, al centrarse en Inglaterra, Italia y Portugal, Galdós
siguió a referentes literarios a los que quiso homenajear mediante estos textos
como fueron Juan Valera o Miguel de Unamuno.
En la
primera de las crónicas, titulada La casa
de Shakespeare, Galdós nos cuenta la historia de un viaje y una admiración,
la que él sentía por el autor de Hamlet o
Romeo y Julieta. El autor canario nos
presenta aquí su plan para visitar el pueblo natal del dramaturgo inglés y la
casa donde este nació. A través de su narración, comprobaremos la visión de una
realidad muy diferente a la que Galdós acostumbraba en nuestro país. Todo ello
está aderezado con algunos datos muy interesantes sobre la obra del propio
Shakespeare, demostrando que el autor canario lo consideraba como uno de sus
referentes literarios. De la lectura de este artículo se puede extraer también
una conclusión con respecto a Galdós. Era, sin duda, un hombre comprometido con
su época y con el tiempo que le había tocado vivir. No hay que olvidar que la
literatura inglesa del siglo XIX y la cultura de aquel país fue tan importante
para él que, al poco de volver de este viaje, se convirtió en el traductor al
español de Los papeles póstumos del Club
Pickwick, una de las novelas más reconocidas de otro grande de las letras
inglesas, Charles Dickens.
Por su
parte, en el bloque de textos titulado De
vuelta de Italia vamos a conocer la pasión desbordante de Galdós por el
arte del Renacimiento, muy presente en su análisis de cada una de las ciudades
descritas en este libro. En esta serie de ocho artículos, recorreremos algunas
de las urbes italianas más famosas. Desde la inmensidad histórica de Roma,
pasando por el encanto de Verona, Venecia, Florencia o Nápoles, y sin olvidar
ciudades como Pompeya o Padua, Galdós nos guía por los principales reclamos
turísticos del país transalpino, realizando un análisis social y político, muy
interesante para aquellos que quieran conocer lo que aconteció en el siglo XIX
en una de las principales potencias europeas. No obstante, lo que diferencia a
estas crónicas del resto del libro es que, en esta ocasión, Galdós no apostó
por una estructura en forma de diario, ni por una simple narración de sus
peripecias. Él mismo confiaba en el poder de su propia memoria y trató de
reproducir los sentimientos que le produjo ese viaje, tiempo después de haberlo
concluido.
Por último,
hablaremos sobre Excursión por Portugal,
su texto de menor extensión. Este se divide en dos cartas que describen los dos
viajes de Galdós por el país vecino. De su lectura se puede deducir su defensa
a ultranza de la estrecha conexión entre Portugal y España. Este es un relato
fresco y directo, cuya primera parte la escribió en la misma Lisboa, y la
segunda en la ciudad gallega de Vigo, justo después de volver de Portugal. Al
contrario que en otras ocasiones, Galdós basa su narración en las
características positivas y negativas del pueblo portugués, y en la mala
relación histórica que mantuvieron los habitantes de este país con España. De
esta forma, compartía punto de vista con otros autores como Miguel de Unamuno o
Julio Camba, que también se preocuparon por esta cuestión.
En
definitiva, no me queda más que recomendarles la lectura de este Libro de viajes por múltiples razones.
Descubriremos en estas páginas a un Galdós desconocido por el gran público,
aunque estos textos nos siguen mostrando al mismo autor de siempre. De hecho,
la calidad de su prosa no desmerece a la de sus novelas más famosas. Es fresco,
directo, reflexivo y con una inteligencia narrativa fuera de toda duda. Galdós
siempre tuvo un objetivo a la hora de escribir sus obras y no era otro que ser
testigo de la realidad que le tocó vivir. Ahí radica el éxito de sus libros,
refrendado por el paso del tiempo. Libro
de viajes constituye uno de los ejemplos perfectos por los que Galdós fue
considerado como un autor que marcó un antes y un después en la literatura
española.
Los textos
presentes en este libro también nos presentan a un Galdós que quiso ser algo
más que un simple turista. Como ya se ha afirmado anteriormente en esta
presentación, las reflexiones del autor canario nos ayudan a comprender el
punto de vista de un viajero que, en palabras del escritor español Max Aub,
asume el espectáculo del pueblo llano, al estilo de Lope de Vega, y se lo
entrega a los lectores artísticamente transformado, gracias a su sentido de la
intuición sereno, profundo y total de la realidad. Acompañen a Galdós en estos
viajes, y descubrirán algunos de los secretos mejor guardados de España y
Europa durante el siglo XIX, de la mano de uno de los mejores narradores de la
literatura española. Asistirán a una lección de historia con mayúsculas. Se lo
aseguro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario