domingo, 29 de septiembre de 2019

Benito Pérez Galdós y el mundo del siglo XIX

Prólogo a la edición de "Libro de viajes" de Benito Pérez Galdós, realizado por Gabriel Neila


Una de las tareas más reconfortantes del rastreador literario es encontrarse, de vez en cuando, con obras desconocidas de autores que ya creíamos más que estudiados. Es el caso de esta compilación de escritos del novelista canario Benito Pérez Galdós a la que hemos decidido titular Libro de viajes. Siguiendo la moda comenzada por varios literatos ingleses durante el siglo XVIII, el autor de Fortunata y Jacinta o Episodios Nacionales nos presenta en estas páginas una serie de retratos costumbristas sobre la realidad de diversas ciudades españolas y europeas con su habitual y extraordinaria capacidad analítica. Sin embargo, estos textos no contaron con el beneplácito de los críticos de la época, que los consideraron, injustamente, como hitos menores dentro de la carrera literaria de Galdós. Por este motivo, con la publicación de este volumen se pretende recuperar, dar valor y reunir, por primera vez, estos artículos sobre viajes, que se encontraban perdidos entre la miscelánea de la obra de Galdós, para así formar un complemento perfecto a sus novelas.
            Recordemos, antes de presentar algunas de las claves de este Libro de viajes galdosiano, que el autor canario fue dueño de un estilo literario muy reconocible que le convirtió en un referente para una legión de fieles seguidores. Dos de las características más importantes de sus obras fueron la memoria privilegiada de sus narradores y la minuciosidad con la que construía sus descripciones. Estas dos ideas también van a jugar un papel muy importante en este libro. Ahora será el propio autor, en primera persona, el que nos va a contar sus opiniones y valoraciones sobre la historia, la sociedad, los paisajes y las personas que va conociendo en sus diversas visitas a lo largo y ancho de España, Inglaterra, Portugal e Italia.
            De la misma forma, hay que destacar que ese estilo narrativo del que Galdós hacía gala le llevó a utilizar, muy de acuerdo con los preceptos de la literatura realista del siglo XIX, tanto el lenguaje más academicista como el más callejero, combinando ambos con rasgos humorísticos y cultos. Como consecuencia a todo esto, la resonancia de las obras de Galdós fue tan importante que se le llegó a considerar un maestro de la literatura oral. Esta fortaleza narrativa va a verse muy reflejada también en este Libro de viajes, cuyos textos están dibujados con una gran sabiduría y una riqueza de vocabulario envidiable. No obstante, la popularidad de Galdós entre los lectores de su época no fue bien considerada por sus colegas literarios, que le encasillaron como un mero escritor provinciano.

            Esta clase de prejuicios se van a revertir con una simple ojeada a la prosa de Galdós en este Libro de viajes. Gracias al poder didáctico de estos textos, conoceremos de primera mano la realidad social, política y cultural del siglo XIX, fuera del contexto ficcional en el que el autor canario se solía mover a la perfección. Galdós consigue sus objetivos mediante una serie de pinceladas de realidad llenas de hondura psicológica y ajenas a toda impostura. Asimismo, merece la pena destacar que, según vamos avanzando por entre las páginas de esta obra, nos daremos cuenta de que otra de las principales características de estos artículos es el cumplimiento de la máxima de la producción novelística galdosiana, conocida por alejar a la literatura española del Romanticismo imperante a principios del siglo XIX.
            Teniendo en cuenta toda esta información, pasemos a analizar los dos bloques de textos presentes en este libro. Eso sí, antes de hablar sobre el primero, habría que señalar que el orden en el que se ha situado cada uno de ellos en esta edición no responde a un simple interés temporal, sino a cuestiones de organización de contenido. Este volumen comienza con los artículos acerca de Madrid y Barcelona que nos van a mostrar la situación de las dos grandes ciudades de España en aquella época. Más tarde se presentarán los textos sobre Cantabria y el País Vasco, que nos enseñan la situación de la España industrial y agrícola del siglo XIX. Finalmente, se terminará este apartado con el recuerdo de la parte más rural de nuestro país con Ciudades viejas: El Toboso, en el que Galdós defiende la importancia de la novela más universal de nuestras letras, Don Quijote de la Mancha. En todos ellos Galdós pone a los lectores delante de un espejo para que comprueben las fortalezas y las debilidades de nuestro país y sus habitantes. Para el autor canario daba igual el lugar donde se encontrara o si hablaba con alguien de alta alcurnia o no. Como él mismo afirmaba en uno de sus escritos menos conocidos:

"El mayor gusto mío es viajar por España y ser huésped de sus ciudades gloriosas revolviéndolas de punta a punta, y persiguiendo en ellas la intensa poesía histórica; recorrer después las villas y aldeas, los lugares desolados que fueron campo de sucesos memorables, ya verídicos, ya mentirosos; habitar entre la gente humilde, que hoy es reliquia preciosa de los pobladores de aquellas tierras y caseríos; ver de cerca los hombres y las piedras, y hablar con unos y otras, buscando en las fuentes que antes manaron la vida hispánica, los elementos de una nueva y esplendorosa corriente vital."

            Nada más comenzar a leer nos encontramos con el bloque de artículos dedicado a Madrid, la ciudad y la región a las que el propio Galdós dedicó muchas de sus novelas. El primero de ellos, titulado también Madrid, constituye un ejemplo perfecto de reportaje sobre la gastronomía y la agricultura de toda la comunidad. Lo que, en un principio, podría parecer un conjunto de simples datos objetivos sin más, se convierte en una serie de hallazgos sobre una realidad muy desconocida para el lector del siglo XXI. El segundo de los textos, titulado Vida de sociedad, es, como su propio nombre indica, un análisis sobre los habitantes de la capital de España durante el siglo XIX. Galdós hace especial hincapié en las actitudes de las personas de clase alta, que van apareciendo por diferentes lugares de Madrid, como teatros y barrios muy reconocibles por todos nosotros. El tercer texto, titulado Panoramas madrileños, se centra en las condiciones climáticas y paisajes de Madrid, haciendo un recorrido que se mueve entre el reportaje periodístico y la descripción literaria. Finalmente, nos encontraremos con Guía espiritual de España: Madrid, que fue la base de un discurso encargado a Galdós por parte de los directivos del Ateneo de Madrid, y que fue pronunciado por el escritor Serafín Álvarez Quintero en 1915.
            Siguiendo por entre las páginas de este libro, daremos con el único texto que habla sobre Barcelona. En él Galdós sorprende por lo avanzado de sus ideas y por el reconocimiento y el homenaje que realiza tanto a la Ciudad Condal como a los propios catalanes, valorando sobremanera su capacidad de trabajo y la producción industrial de esta región. Partiendo de los fastos de la Exposición Universal de Barcelona de 1888, Galdós nos presenta algo más que una simple ruta turística, sino más bien un retrato acertado de uno de los motores económicos de nuestro país, obviando los temas políticos y ensalzando a la burguesía catalana, cuya riqueza provenía de los réditos obtenidos por el comercio. Además, Galdós también nos acompaña en un recorrido por algunos de los monumentos más famosos de Barcelona, contándonos algunas curiosidades históricas no muy conocidas por el gran público.
            Si nos detenemos en los textos sobre Cantabria o el País Vasco, podremos ver muchos aspectos coincidentes entre ellos. Los de Cantabria fueron los primeros que se publicaron, cuando Galdós acababa de cumplir treinta y seis años. El autor canario no pretendía proporcionar en ellos ni datos de carácter erudito ni detalladas descripciones. Su objetivo era hacernos partícipes de las principales sensaciones que sintió ante los paisajes de villas como Santander, Potes o San Vicente de la Barquera, en un viaje que realizó en compañía de un escritor al que respetaba como José María de Pereda. Asimismo, de estos textos hay que destacar el gran valor que le da el autor canario a la España agrícola y a la comparación del carácter de las personas del norte con las del resto del país. Por su parte, los textos sobre el País Vasco también tienen en cuenta esa mención sobre la España agrícola, pero se centran en la fuerza industrial de la ciudad de Bilbao, que abastecía a todo el país mediante un modelo productivo diferente. Este texto y el dedicado a San Sebastián son de un cariz algo más político que el resto. No obstante, no estamos ante simples alegatos, sino ante narraciones reflexivas, reposadas y llenas de interés sociológico, diseñadas gracias a la habilidad narrativa de Galdós.
            Para terminar con este primer bloque de artículos, analicemos Ciudades viejas: El Toboso, que parece el inicio de lo que pudiera haber sido una serie mayor sobre la España rural. En esta ocasión, Galdós rinde homenaje a muchos pequeños pueblos castellanos, tratando también de recordar los paisajes de una de sus lecturas predilectas como fue Don Quijote de la Mancha. Llega a tal punto su admiración por la obra de Cervantes que algunos de los personajes más reconocidos de ella aparecen en este texto. Hablamos del propio Don Quijote, de Sancho Panza, y de Aldonza Lorenzo. De esta forma, Galdós realiza en esta parte una extrapolación entre su interpretación de la novela y la propia sociedad castellana de la época, encontrando muchas similitudes entre ambas.
            Pasando a la segunda parte de este libro, hallaremos los textos relacionados con tres de los viajes a Europa que Galdós realizó en vida. Se trata de La casa de Shakespeare, De vuelta de Italia y Excursión a Portugal. Cada uno de ellos aporta, por separado, claves muy importantes para conocer mejor la figura del autor canario. En rasgos generales, este segundo bloque es muy similar al anterior en cuanto a la composición de los textos y el estilo literario. De cualquier forma, cuando nos adentremos en su lectura, vamos a darnos cuenta de lo injustificada que fue la etiqueta de "escritor provinciano" que muchos le quisieron cargar a Galdós.
            Analizando, un poco más concretamente, los artículos de estos viajes por Europa, nos daremos cuenta de que hay una ausencia muy notable en ellos. Galdós evita hablar sobre Francia, Bélgica o Alemania, potencias durante el siglo XIX, tal y como hizo, por ejemplo, otra grande de las letras españolas, Emilia Pardo Bazán. No obstante, al centrarse en Inglaterra, Italia y Portugal, Galdós siguió a referentes literarios a los que quiso homenajear mediante estos textos como fueron Juan Valera o Miguel de Unamuno.
            En la primera de las crónicas, titulada La casa de Shakespeare, Galdós nos cuenta la historia de un viaje y una admiración, la que él sentía por el autor de Hamlet o Romeo y Julieta. El autor canario nos presenta aquí su plan para visitar el pueblo natal del dramaturgo inglés y la casa donde este nació. A través de su narración, comprobaremos la visión de una realidad muy diferente a la que Galdós acostumbraba en nuestro país. Todo ello está aderezado con algunos datos muy interesantes sobre la obra del propio Shakespeare, demostrando que el autor canario lo consideraba como uno de sus referentes literarios. De la lectura de este artículo se puede extraer también una conclusión con respecto a Galdós. Era, sin duda, un hombre comprometido con su época y con el tiempo que le había tocado vivir. No hay que olvidar que la literatura inglesa del siglo XIX y la cultura de aquel país fue tan importante para él que, al poco de volver de este viaje, se convirtió en el traductor al español de Los papeles póstumos del Club Pickwick, una de las novelas más reconocidas de otro grande de las letras inglesas, Charles Dickens.
            Por su parte, en el bloque de textos titulado De vuelta de Italia vamos a conocer la pasión desbordante de Galdós por el arte del Renacimiento, muy presente en su análisis de cada una de las ciudades descritas en este libro. En esta serie de ocho artículos, recorreremos algunas de las urbes italianas más famosas. Desde la inmensidad histórica de Roma, pasando por el encanto de Verona, Venecia, Florencia o Nápoles, y sin olvidar ciudades como Pompeya o Padua, Galdós nos guía por los principales reclamos turísticos del país transalpino, realizando un análisis social y político, muy interesante para aquellos que quieran conocer lo que aconteció en el siglo XIX en una de las principales potencias europeas. No obstante, lo que diferencia a estas crónicas del resto del libro es que, en esta ocasión, Galdós no apostó por una estructura en forma de diario, ni por una simple narración de sus peripecias. Él mismo confiaba en el poder de su propia memoria y trató de reproducir los sentimientos que le produjo ese viaje, tiempo después de haberlo concluido.
            Por último, hablaremos sobre Excursión por Portugal, su texto de menor extensión. Este se divide en dos cartas que describen los dos viajes de Galdós por el país vecino. De su lectura se puede deducir su defensa a ultranza de la estrecha conexión entre Portugal y España. Este es un relato fresco y directo, cuya primera parte la escribió en la misma Lisboa, y la segunda en la ciudad gallega de Vigo, justo después de volver de Portugal. Al contrario que en otras ocasiones, Galdós basa su narración en las características positivas y negativas del pueblo portugués, y en la mala relación histórica que mantuvieron los habitantes de este país con España. De esta forma, compartía punto de vista con otros autores como Miguel de Unamuno o Julio Camba, que también se preocuparon por esta cuestión.
            En definitiva, no me queda más que recomendarles la lectura de este Libro de viajes por múltiples razones. Descubriremos en estas páginas a un Galdós desconocido por el gran público, aunque estos textos nos siguen mostrando al mismo autor de siempre. De hecho, la calidad de su prosa no desmerece a la de sus novelas más famosas. Es fresco, directo, reflexivo y con una inteligencia narrativa fuera de toda duda. Galdós siempre tuvo un objetivo a la hora de escribir sus obras y no era otro que ser testigo de la realidad que le tocó vivir. Ahí radica el éxito de sus libros, refrendado por el paso del tiempo. Libro de viajes constituye uno de los ejemplos perfectos por los que Galdós fue considerado como un autor que marcó un antes y un después en la literatura española.
            Los textos presentes en este libro también nos presentan a un Galdós que quiso ser algo más que un simple turista. Como ya se ha afirmado anteriormente en esta presentación, las reflexiones del autor canario nos ayudan a comprender el punto de vista de un viajero que, en palabras del escritor español Max Aub, asume el espectáculo del pueblo llano, al estilo de Lope de Vega, y se lo entrega a los lectores artísticamente transformado, gracias a su sentido de la intuición sereno, profundo y total de la realidad. Acompañen a Galdós en estos viajes, y descubrirán algunos de los secretos mejor guardados de España y Europa durante el siglo XIX, de la mano de uno de los mejores narradores de la literatura española. Asistirán a una lección de historia con mayúsculas. Se lo aseguro.

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