domingo, 2 de enero de 2022

Benito Pérez Galdós frente al espejo


Prólogo a "Memorias de un desmemoriado" de Benito Pérez Galdós (Ed. Renacimiento)


Corría el año 1915 y los directores de la revista ilustrada La Esfera encargaron a Benito Pérez Galdós la redacción de una serie de artículos sobre los aspectos más destacables de su vida. Durante trece entregas, el autor canario brindó a sus lectores una suerte de memorias en las que desgranaba algunos de sus principales viajes por España y Europa, opinando también sobre ciertos eventos literarios, políticos y sociales en los que participó como testigo privilegiado. Con estos mimbres, Galdós compuso estas Memorias de un desmemoriado, una de las últimas obras de su carrera literaria, que ha sido injustamente minusvalorada por los críticos con el paso del tiempo.

Hoy rescatamos este volumen con motivo del centenario de la muerte del autor canario debido a varios motivos. El primero de ellos es presentar a los lectores actuales un Galdós desconocido y volver a situar estas Memorias de un desmemoriado en el lugar que se merece dentro del conjunto de su obra. Otro es darle el valor a este trabajo irónico, puramente galdosiano y lleno de referencias relativas a sucesos de nuestra historia, en contraposición a la idea que promovieron críticos como Guillermo de Torre, al considerar este libro como unas memorias huidizas en las que no se cuenta ningún detalle personal que nos pudiera descubrir a la persona que hay detrás del autor. El propio Galdós respondió a esta cuestión, en una de sus cartas al novelista Leopoldo Alas Clarín, cuando este le pide datos biográficos para un estudio que está elaborando, con las siguientes palabras:

 

“Me parece a mí que los escritores, valgan lo que valieren, deben poner entre su persona y el vulgo o público como una pequeña muralla de la China, honesta y respetuosa. Le aseguro a V. que siempre he tenido una repugnancia instintiva a la familiaridad (como no sea con una mujer guapa). Las confianzas con el público me revientan. No me puedo convencer de que le importe a nadie que yo prefiera la sopa de arroz a la de fideos…”

 

 

La petición por parte de La Esfera responde a unas declaraciones del propio Galdós aparecidas en una entrevista con José María Carreter, conocido por su pseudónimo “El caballero audaz”, y que fue publicada en esta misma revista. La relación del canario con los directores de esta revista fue siempre muy estrecha. Incluso le llegaron a ayudar en los momentos de penuria económica que padeció en los últimos compases de su vida. Este fue uno de los motivos principales por los que no pudo rechazar esta propuesta, muy bien remunerada. Uno de los primeros intercambios epistolares sobre este tema fue la carta que Francisco Verdugo, director de La Esfera, envió a Galdos en 1916, y que rezaba así:

 

Sr. Don Benito Pérez Galdós

 

Mi admirado maestro y querido amigo: Raro es el día que no recibo carta de algún lector de La Esfera lamentándose de que en dicha revista hayan dejado de publicarse trabajos del glorioso Don Benito. ¡Si ellos supieran que es V. el que no quiere mandarlos! ¿Por qué no hace V. un esfuerzo y me manda alguna cosa para el próximo número? Yo se lo agradecería en el alma porque La Esfera necesita que la firma de V. figure en sus páginas con más frecuencia. ¿Cuento, pues, con sus cuartillas?

Le quiere mucho y le admira su leal amigo

F. Verdugo

 

El propio Galdós se pronuncia en la citada entrevista con “El caballero audaz” acerca de estas Memorias de un desmemoriado —que hoy recuperamos en este volumen— de la siguiente manera:

 

“A pesar de toda mi labor pasada, si en el presente quiero vivir no tengo más remedio que dictar todas las mañanas durante cuatro o cinco horas y estrujarme el cerebro hasta que dé el último paso en esta vida.”

 

            Antes de analizar la temática de los artículos presentes en este volumen, hemos de destacar que, en un primer momento, Galdós había proyectado estas memorias en torno a trece capítulos de extensión. Fue su editor literario, el argentino Alberto Ghiraldo, el que distribuyó la materia narrativa de este libro en catorce capítulos para, posteriormente, añadir uno postrero titulado Últimas notas, destinado para un número especial de la revista La Esfera, sobre la figura de la Reina Isabel II, que vio la luz en 1918. Además, Ghiraldo también propuso a Galdós los títulos de cada artículo y llegó a realizar una revisión estilística y ciertos cambios textuales que muchos críticos literarios se ocuparon de señalar posteriormente.

            Una vez que el lector se adentra en las páginas de estas Memorias de un desmemoriado, se siente partícipe de las andanzas de un Galdós ya anciano, al cual los recuerdos le flaquean. Llama la atención que el autor pase por alto los recuerdos de la infancia, y nos conduzca directamente a sus años de aprendizaje en Madrid. El viaje desde Canarias hasta la capital supone un renacimiento y una ruptura para el novelista, como afirma en la siguiente frase:

 

"Partimos para Madrid, y el viaje quedó aplazado para cuando se pudieran reunir y concretar mis dos memorias, la isleña y la continental, fusión necesaria para tan arduo empeño.”

 

A pesar de ese recato, el canario aceptó la redacción de estos textos, cuyo marcado carácter confesional resulta infrecuente en la literatura española del siglo XIX. Entre las obras más importantes de la época que pueden asemejarse a estas Memorias de un desmemoriado se cuentan: La novela de un novelista de Armando Palacio Valdés y Recuerdos del tiempo viejo de José de Zorrilla. Es probable que Galdós las tuviera en cuenta para escribir estas memorias.

Lo más reseñable de estas páginas es la forma en la que nos muestran a un escritor que juega con la realidad y la ficción, narrando todos los hechos en una primera persona en la que no confiamos. Puede que tuviera alguna relación con el hecho de que nuestro autor fuera un hombre poco dado a contar detalles sobre su vida personal. En estas Memorias de un desmemoriado, Galdós no presenta los sucesos de manera lineal, cronológica, dada la fragilidad de su memoria, ni ofrece la seguridad de que hayan ocurrido de la manera en la que nos los está explicando. Él mismo afirma en uno de estos artículos:

 

“—Simplón, no temas dar a la publicidad los recuerdos que salgan luminosos de tu fatigado cerebro y abandona los que se obstinen en quedarse agazapados en los senos del olvido, que ello será como si una parte de tu existencia sufriese temporal muerte o catalepsia, tras la cual resurgirá la vida con nuevas manifestaciones de vigorosa realidad.”

           

            Asimismo, el reto que se le plantea al lector a lo largo de estas Memorias de un desmemoriado abunda en observaciones detalladas e historias con mayúscula. Galdós es un privilegiado testigo de lo que acontece en su tiempo, por lo tanto, al leer estas páginas, asistimos como espectadores a algunos acontecimientos tan relevantes como, por ejemplo, la Noche de San Daniel (1865), que llegó a ser la excusa para la aparición del personaje de Juanito Santa Cruz en su archiconocida novela Fortunata y Jacinta. En el volumen que hoy presentamos a los lectores, el narrador canario describe aquella noche con prosa eficaz, repleta de luz y viveza:

 

“En aquella época fecunda de graves sucesos políticos, precursores de la Revolución, presencié, confundido con la turba estudiantil, el escandaloso motín de la noche de San Daniel – 10 de abril del 65 -, y en la Puerta del Sol me alcanzaron algunos linternazos de la Guardia Veterana, y en el año siguiente, el 22 de junio, memorable por la sublevación de los sargentos en el cuartel de San Gil, desde la casa de los huéspedes, calle del Olivo, en que yo moraba con otros amigos, pude apreciar los tremendos lances de aquella luctuosa jornada. Los cañonazos atronaban el aire; venían de las calles próximas gemidos de víctimas, imprecaciones rabiosas, vapores de sangre, acentos de odio... Madrid era un infierno. A la caída de la tarde, cuando pudimos salir de casa, vimos los despojos de la hecatombe y el rastro sangriento de la revolución vencida. Como espectáculo tristísimo, el más trágico y siniestro que he visto en mi vida, mencionaré el paso de los sargentos de Artillería llevados al patíbulo en coche, de dos en dos, por la calle de Alcalá arriba, para fusilarlos en las tapias de la antigua Plaza de Toros. Transido de dolor los vi pasar en compañía de otros amigos.”

 

Llegados a este punto, conviene recordar la influencia de La Esfera como medio de comunicación de la época. Por su tirada, de sesenta mil ejemplares en el año 1920, podía compararse a la celebérrima Blanco y Negro, según las estadísticas aportadas por Jean MIchel Desvoix. Además, esta revista fue muy celebrada en su tiempo por lo variado de sus colaboraciones llenas de calidad literaria, coloridos estampados y múltiples imágenes. Teniendo también en cuenta que estas memorias iban a tener una resonancia importante, debido a la difusión de la revista, Galdós trató de establecer una relación cercana con sus lectores, que ya le habían dado muestras de su fervor cada vez que publicaba una de sus novelas. Mediante apelaciones y llamadas de atención, el canario consigue un estilo didáctico y conversacional, levemente irónico, al cual los lectores de sus novelas ya están más que habituados.

En estas Memorias de un desmemoriado, Benito Pérez Galdós desarrolla dos temas principales: sus viajes por España y Europa y las relaciones políticas y sociales que mantuvo a lo largo de su vida. Son los primeros los que le servían de descanso de sus labores literarias, a las cuales se refiere durante todo el libro en términos de frenesí o ardor, siendo las pulsiones artísticas las que dominan su vida durante este tiempo. Incidiendo en este hecho, el autor escribe frases esclarecedoras tras de uno de sus viajes:

 

“A poco de llegar a Madrid, ya estaba el español errante agarrado a sus cuartillas escribiendo Miau. El frenesí de emborronar papel llevóme luego a trazar La Incógnita... Inmediatamente emprendí Realidad.”

 

Ya desde el primer artículo, Mi llegada a la Corte, en el que nuestro autor describe su errático deambular por las calles de Madrid, Barcelona, París y diversas ciudades de Francia, al tiempo que describe relevantes sucesos históricos, como la noche de San Daniel o el derrocamiento de la reina Isabel II, entremezclándolos con apuntes culturales, los lectores intuyen los rasgos principales de lo que vendrá después. También se encontrarán con sentidos homenajes a escritores a los que Galdós admira, como el que dedica a José María de Pereda en Pereda y yo, recuerdos de su época política, como el de Vida parlamentaria, o varios artículos exponiendo la realidad de los escenarios teatrales de la época, como Autor teatral y Estrenos de Realidad, La loca de la casa y La de San Quintín.

La edición que ahora presentamos a los lectores incluye la entrevista que Galdós le concede al “Bachiller Corchuelo”, publicada en 1910 en la revista Por esos mundos, cuyo fundador fue José del Perojo, el cual mantuvo una relación de amistad intensa y fructífera con el autor canario, desde su encuentro en el Congreso de los Diputados en su época de representantes público. El texto al que nos referimos sirve de complemento para contextualizar los últimos años de Galdós, justo cuando consiguió uno de los momentos más reseñables de su carrera literaria: la segunda propuesta para el Premio Nobel de Literatura en 1912. En él aparecen, además, algunos recuerdos de su niñez, no desvelados en las páginas precedentes.

En definitiva, en estas Memorias de un desmemoriado Galdós combina la tradición de la literatura de viajes con diversas referencias al resto de sus creaciones. En ellas aparecen reyes, políticos, religiosos, intelectuales, ciudades y paisajes, descritos de forma caprichosa por la memoria juguetona y débil del escritor canario. Estamos, pues, ante uno de sus últimos trabajos puesto que, tras estas páginas sólo escribiría la breve tragicomedia Santa Juana de Castilla, estrenada por Margarita Xirgu en el teatro de la Princesa de Madrid en 1918. Dispongámonos, por tanto, a disfrutar de este tardío trabajo de Galdós, que conserva la esencia de sus mejores obras.

 

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